ESPAÑOL
¿Vivirá algún día Colombia en paz?
La paz es un ideal y un sueño que la humanidad durante toda su historia ha tratado de alcanzar. Aún recuerdo como si hubiera sido ayer la famosa ideología del grupo de jóvenes hippie, los cuales rechazaban las normas y la autoridad de generaciones anteriores y fomentaban las drogas, el amor libre y la filosofía de vivir el presente. Siendo sinceros, no lo recuerdo bien, es más, ni siquiera lo recuerdo, no estuve ahí, y para colmo de males, aquellas bellas generaciones de antaño se fueron y probablemente no vuelvan. Pero Ud. señor cincuentón que lee estas palabras quizás si recuerde el hecho, o en su defecto, Ud. haya sido uno de aquellos mozos.
Por otra parte y dejando ‘el amor y paz’ de lado un momento, al hablar de aquella tranquilidad que buscamos con empeño, me viene a la mente el famoso discurso a favor de la paz dado en 1933 en Alemania por el entonces nuevo canciller y gran orador Adolf Hitler. En el que dijo enfáticamente: “Alemania está dispuesta a aceptar cualquier pacto solemne de no agresión, porque no piensa en atacar, sino en adquirir seguridad”.
¿Se llegó a la paz? Por supuesto que sí, poco tiempo después de pronunciadas aquellas palabras estallo la segunda guerra mundial. Una conquista relámpago de Europa, miles de muertos en todas partes, una gran depresión, y cientos de familias sin esposos o hijos, entonces, podemos decir con total seguridad que Hitler y sus miles de partidarios cumplieron su palabra y aportaron su granito de arena por hacer un mundo mejor en el que reinara la paz.
Y así podría pasar horas y horas de mis tardes un tanto desocupadas escribiendo y recordando ejemplos deprimentes de esfuerzos de seres humanos por lograr la paz. Pero no nos vayamos muy lejos, nada más acá en Colombia hemos tenido la experiencia de que nuestros líderes políticos dirijan un acuerdo de paz entre el gobierno y los grupos al margen de la ley. Es la fecha que me pregunto y de seguro Ud. también querido cincuentón donde quedaron las buenas intenciones. Porque si no me engañan mis ojos, cada día huyen campesinos de sus hogares a raíz del problema armado en Colombia.
Admitiré con total franqueza que negociar en semejante contexto histórico en el que vivimos no es tarea fácil, por eso me conformo (palabra típica con la que nos criaron) con que mi gobierno mejore pequeños detalles en la vivienda, la comida, y la situación en general de las cientos de familias de mi departamento. Y por supuesto, sin mala intención alguna reconozco que hemos tenido grandes avances. Y espero con la misma esperanza algunas veces un tanto vacía que tanto nos estereotipa a los humanos que el actual proceso de paz que se lleva a cabo en mi país no se quede en palabras como su predecesor. Y viene al caso un mural que observo cada mañana cuando transcurro por las frías calles paisas que dice: la paz es un proceso, no un contrato.
Hablando de paz, todos le echamos la culpa a los gobiernos, yo lo acabo de hacer, los colombianos en general somos buenos para esa labor, sin embargo, no se quedan atrás en tan noble oficio los venezolanos, chilenos, uruguayos, españoles, africanos y en fin, casi todo ciudadano del mundo que añora una dirección verdadera y capaz y no el sueño de una.
Un Rioplatense dijo en cierta ocasión: sin esperanza y con nostalgia, pienso en la abstracta posibilidad de un partido que tuviera alguna afinidad con los argentinos; un partido que nos prometiera (digamos) un severo mínimo de gobierno. El problema -reitero- no es solo argentino, refiriéndose a una madre inocente agredida de múltiples maneras por nuestro sistema, un poeta inglés dijo: las puntadas que le atraviesan las piernas y el pescuezo, las crueles municiones y balas;
Todo eso lo siento, lo soy.
Debido al texto anterior y a las razones expuestas en él, me siento un poco escéptico ante la ilusión romántica de un mundo en el que reine la paz. No es que esté de acuerdo con el que dijo que la guerra era algo innato en el hombre, ese rasgo que complementaba su virilidad. No veo nada masculino en matarse unos a otros, pero tampoco podemos negarnos a aceptar nuestra verdadera naturaleza. Una en la que pensamos sabiamente por individual pero somos inteligencia muerta cuando estamos en masas.
En fin, y como es típico en mí, concuerdo de nuevo con las palabras de aquel argentino del que ya les hable: con el tiempo nos mereceremos no tener más gobiernos.